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“La jamás inocencia”, un viaje a los más profundos pensamientos de la mente humana.

La jamás inocencia, novela escrita a cuatro manos entre los escritores Gustavo Sainz y Laura Rojas Herman, es, ni más ni menos, un viaje a los más profundos pensamientos de la mente humana. Ambos narradores emplean la corriente literaria del monólogo interior. En un caso, por cierto, el monólogo interior se encuentra mucho más acusado que el otro, desde que uno de los narradores ha suprimido casi por completo, por ejemplo, el uso de signos de puntuación y prácticamente desdeña los conectores discursivos; mientras que el otro conserva el discernir interno, si se quiere plantear de este modo, a través de un estilo más conservador. Sin embargo, ambos narradores consiguen relatar historias mediante escenas que se suceden unas a otras con relativa, y agradecida, agilidad, las cuales en su totalidad son reflejos de vidas sumergidas en las cuestiones más existenciales.

Ahora bien, ¿cómo se logra felizmente en esta novela aunar personajes tan distintos? En este punto cabe acotar las palabras escritas en el prefacio precisamente por Laura Rojas Herman, quien, dicho sea de paso, termina de escribir la novela luego de la muerte de Sainz.

Mientras tanto, yo empecé por preguntarme cómo se podría escribir un personaje joven, femenino y aculturado en EUA que hiciera juego con un personaje maduro, masculino y de cierto poder sociopolítico. Tal personaje tendría que confrontar las fuerzas que la mayoría de nosotras, las que nos identificamos como mujeres, confrontamos: Que su historia no fuera tan importante como la del personaje masculino. Que su mente no fuera tan válida ni tan poderosa como la de él, sobre todo siendo joven. Que sus palabras, aserciones y verdades fueran descontadas y despedidas porque salían de un cuerpo designado femenino. Que no tuviera la capacidad de competir con sus homólogos masculinos por las inequidades estructurales diseñadas en su contra, aun poseyendo las mismas capacidades innatas, idea que el estatus quo constantemente quería poner en cuestión. (14)

Del anterior planteamiento se deriva precisamente el hecho de que esta sea una novela que pueda disfrutarse sobremanera. Es decir, existe la idea, bastante generalizada, de que en una escritura a cuatro manos, ambos narradores han de fundirse, si se permite esta expresión, en uno solo. Y que las historias han de encauzarse por un solo camino. Lo que ocurre, entonces, con La jamás… es que esta se ha tomado la licencia de romper con esta “regla”. El hecho de esta licencia quizás radique en que no encontrará el lector aquí una obra caracterizada por grandes peripecias, o por giros imprevistos; sino que, y esto es mejor, se adentrará en un mundo pletórico de referentes culturales, los cuales siempre son muy bienvenidos, sobre todo por un público relativamente entendido, e interesado, en el devenir actual de la Humanidad, así, con mayúscula.

En conclusión, el contraste tan marcado entre los personajes, posibilita la identificación fácil, que no simple, de los narradores, y facilita la lectura de una novela de verbo sencillo y poderoso. De una lectura, en suma, y una vez más, disfrutable (después de todo, el monólogo interior no tiene por qué ser representar siempre un rompecabezas para el lector) y a la vez, de una lectura en la que, aquí sí, un lector mucho más avezado, podrá encontrar influencias de autores clásicos como La señorita Elisa, de Arthur Schnitzler; o del mismo Ulises, de James Joyce.

-Greity González Rivera, P.hD.





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